Miércoles, 9 de noviembre, 2011 10: 53 AM REPORTE MATUTINO

En el principio érase el nin, “espíritu bajo disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el  “maestro-sabio del nin,” el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión. 

Ubicación: Centro de Comando y Control del Plexo.

Estado Anímico: Combinado: 1) Positivo en cuanto a mí y mis propósitos, la Gran Estrategia va a pedir de boca; 2) Muy satisfecho con la calidad y el impacto de mis enseñanzas en al menos dos de mis aprendices más destacados; 3) Hastiado con el grado y la cantidad de la soberbia, la ignorancia, y la necedad de tantas gentes con las cuales tengo diferentes grados de trato personal y profesional. En pie de Guerra.

Estado Físico: Ligeramente desgastado y bastante adolorido de músculos; tengo frio.  

Estado Cognitivo: Perspicaz, agudo.

El Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Analicemos. ¿Qué es lo que más fastidia? Gente necia que ocupa nuestro tiempo pidiendo – rogando – consejo para luego hacer caso omiso del mismo y hacer lo que les venga en gana, que es siempre obrar desde su hipocresía, desde su conveniencia, desde su cobardía, desde su ignorancia. Es gente que en su vida personal y familiar son tan disfuncionales que no pueden ni ponerse de pie, mucho menos atarse los zapatos, y que desesperados recurren a nosotros en busca de ayuda; es gente que ha visto y ha vivido los resultados asombrosos de nuestras enseñanzas y de nuestro métodos, pero que en sus ráfagas frecuentes de soberbia rehúsan de nuestras enseñanzas siempre que les convenga; es gente  que usurpa nuestro tiempo pidiendo y recibiendo buen consejo –casi siempre gratis – y que luego hagan caso omiso del mismo. ¿Solución? Obvia. Es un problema recurrente con ciertas personas y por lo tanto es un problema mío, no de ellos; es un problema que yo permito que se manifieste por no ubicarles imponiendo un estándar estricto: o aplican las enseñanzas o no pierdan mí tiempo.

Me acuerdo de una vez, hace ya muchos años, de un incidente con una paciente en una clínica de biofeedback donde hice mi primera pasantía como estudiante doctorando en psicología clínica. La joven padecía de migrañas y buscaba tratamiento para las mismas. Pronto me di cuenta de que la causa de las migrañas estaba en su trato regular con su madre, pero que la raíz verdadera del problema estaba en ella misma, en cierto defectos de perspectiva, etc. – ineptitudes y distorsiones de su paradigma personal. También me di cuenta, con el tiempo, que en realidad la muchacha no quería cambiar, sino que quería donde desahogarse, ya que era un muro impenetrable de excusas y de justificaciones, de denegaciones y de autoengaños. Finalmente me hartó y le dije que lo sentía mucho pero que no le podía ayudar más y que no se molestara en regresar hasta que no estuviera dispuesta a emplear mi tiempo y su dinero en un plan de progreso, aplicando mis instrucciones en vez de una recurrir a incesantes coartadas para justificar la imposibilidad de cambiar su estado presente. Fue tan insólito y chocante para ella como para mis colegas aprendices de psicólogos que criticaron mucho mi conducta durante el seminario semanal de supervisión. Solamente la voz sabia y veterana del profesor logró callarlos cuando me felicitó por mi honestidad y decisión, declarando que demasiadas veces los psicólogos se convierten en prostitutas que nada más buscan llenarse los bolsillos a expensas de la salud mental de sus clientes. Un psicólogo que no se enfrenta a su paciente es un charlatán sin escrúpulos ya que precisamente lo que convierte al paciente de psicología en tal es la problemática de su personalidad, conducta, esquemas de pensamiento o de sentir, y el psicólogo que reúse del conflicto a favor de un aumento de clientela es un ser sin moral y sin decencia.

Como maestro de MAMBA, una disciplina que va mucho más allá de la psicología tradicional – la disciplina de la mente – a una “Estrategia Existencial” que abarca las cinco esferas o dimensiones del ser humano, nuestra posición tiene que ser aun más firme, llegando donde la psicología no se atreve: al ‘espíritu’ mismo. Las personas son siempre expertas en evitar la incomodidad a corto plazo y evitar hacer los cambios necesarios para superar su condición de estancamiento existencial – por eso mismo el alumno o aprendiz acude a nosotros. El autoengaño reina y gobierna en una sociedad de necios e hipócritas. (Algún día escribiré un libro titulado, “Los Expedientes ‘P’ de Perdedores,” compuesto de historiales de alumnos, pacientes, clientes, e incluso hijos que han insistido en “tener razón” y desempeñar en base de sus propias pautas – muchas veces aun después de haber experimentado las trágicas conclusiones a las mismas. Están en su derecho; el problema viene cuando de alguna forma me involucran a mí en sus planteamientos y absorben mi tiempo sin valorar mis consejos lo suficiente para ponerlos en práctica.) Si no somos parte de la solución, parte del frente activo que batalla contra esa necedad e hipocresía no somos sino un aspecto más de la misma. La gente tiene que saber que existe un algún lugar del planeta donde la verdad no se colorea a conveniencia de la ganancia materialista – los Institutos KAIZEN Center de MAMBA RYU serán siempre al menos uno de tales lugares.

De hecho detesto la hipocresía, y su prima-hermana la cobardía, son dos de las cualidades que más desprecio en un ser humano y que no tolero en mis alumnos y mucho menos en mis aprendices. Wikipedia ofrece una definición interesante de la misma:

La hipocresía es, constante o esporádicamente, creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que se exigen en las demás personas, y que uno en realidad no tiene o no sigue. La hipocresía en si es un tipo de mentira o pantalla de reputación.

La hipocresía puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales, o sentimientos. La hipocresía no es simplemente la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace.

Es decir, una persona hipócrita, es aquella que pretende que se vea la grandeza y bondad que construye con apariencias sobre sí misma, propagándose como ejemplo y pretendiendo o pidiendo que se actúe de la misma forma, además de que se glorifique su accionar, aunque sus fines y logros están alejados a la realidad.

Para el lingüista y analista social Noam Chomsky, la hipocresía, definida como la negativa a "...aplicar en nosotros mismos los mismos valores que aplicamos en otros", es uno de los males centrales de nuestra sociedad, que promueve injusticias como la guerra y las desigualdades sociales en un marco de autoengaño, que incluye la noción de que la hipocresía por sí misma es una parte necesaria o benéfica del comportamiento humano y la sociedad.

En muchos idiomas, incluido el francés, un hipócrita es alguien que esconde sus intenciones y verdadera personalidad.

Hipocresía es también quedarse callado por conveniencia. Me recuerda a un incidente histórico durante la guerra civil española y el valiente enfrentamiento de la razón contra la hipocresía:

 “... Otro hecho notable que conmovió las líneas de batalla fue el cambio de actitud de los más eminentes intelectuales de la España anterior a la guerra. En su mayor parte se encontraban en la España republicana al ocurrir el alzamiento. Firmaron un manifiesto en el que se pedía apoyo para la República. Las firmas de este manifiesto incluían las del médico y biógrafo doctor Marañón, el embajador y novelista Pérez de Ayala, el historiador Menéndez Pidal, y el prolífico escritor y filósofo José Ortega y Gasset. Sin embargo, el efecto de las atrocidades republicanas y de la creciente influencia de los comunistas hizo que estos hombres, que habían tenido una parte tan importante en la creación de la República en 1931, aprovecharan cualquier oportunidad que tuvieran a su alcance para marchar al extranjero. Una vez allí, retiraron su apoyo a la República. Un camino enteramente contrario fue el seguido por el filósofo vasco Miguel de Unamuno, autor de “El sentido trágico de la vida” y portaestandarte de la generación del 98. Como rector de la Universidad de Salamanca, se encontró al principio de la guerra civil en territorio nacionalista. Todavía el 15 de Septiembre, continuaba apoyando el movimiento nacionalista en su “lucha por la civilización contra la tiranía”. Pero el 12 de Octubre había cambiado. En esta fecha, día de la Fiesta de la Raza, se celebró una gran ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaba presente el obispo de Salamanca, se encontraba allí el gobernador civil, Asistía la señora de Franco. Y también el general Millán Astray. En la presidencia estaba Unamuno, rector de la Universidad. Después de las formalidades iniciales, Millán Astray atacó violentamente a Cataluña y a las provincias vascas, describiéndolas como “cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: “Viva la muerte”. Millán Astray dio a continuación los habituales gritos excitadores del pueblo: “¡España!”, gritó. Automáticamente, cierto número de personas contestaron: “Una “. “¡España!”, volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, replicó su auditorio, todavía algo remiso. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray, contestaron sus seguidores “¡Libre!”. Algunos falangistas, con sus camisas azules, saludaron con el saludo fascista al inevitable retrato sepia de Franco que colgaba de la pared sobre la silla presidencial. Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, que se levantó lentamente y dijo: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso – por llamarlo de algún modo – del general Millán Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo – y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que se encontraba a su lado – lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona”. Se detuvo. En la sala se había extendido un temeroso silencio. Jamás se había pronunciado discurso similar en la España nacionalista. ¿Qué iría a decir a continuación el rector? “Pero ahora – continuó Unanumo – acabo de oír el necrófilo e insensato grito, “Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor.” En este momento, Millán Astray no se pudo detener por más tiempo, y gritó: “¡Abajo la inteligencia!” ¡Viva la muerte!”, clamoreado por los falangistas. Pero Unamuno continuó: “Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.” Siguió una larga pausa. Luego con un valiente gesto, el catedrático de derecho canónico salió a un lado de Unamuno y la señora de Franco al otro. Pero esta fue la última clase de Unamuno. En adelante, el rector permaneció arrestado en su domicilio. Sin duda hubiera sido encarcelado, si los nacionalistas no hubieran temido las consecuencias de tal hecho. Unamuno moría con el corazón roto de pena el último día de 1936.”[1]

            Este es el “templo de la inteligencia” y yo soy “su sumo sacerdote”. Esta frase me inspiró desde la primera vez que la oí, y el ejemplo de la dedicación de Unamuno al sagrado saber aún más. El Instituto KAIZEN Center es el “templo de la sabiduría” y yo, Shodai Sennin Overton-Guerra, soy definitivamente su sumo sacerdote. Como tal en no pocas ocasiones me he tenido que encarar con la hipocresía, la cobardía, la soberbia, la apatía, y la ignorancia de no pocos alumnos y no sin repercusiones a mi comodidad y bienestar. He aquí una de esas historias…

Recientemente tuve que expulsar a una alumna del Ryu – por segunda vez – precisamente por su historial de conducta egoístamente hipócrita. La paciente, miembro de una familia que tuve en varias ocasiones en tratamiento de terapia familiar, individual y en pareja, en numerosas ocasiones me había elogiado públicamente como “Gran Maestro”, como “enviado de Dios” para el “rescate” y la “transformación” de su familia, como el receptor de la “antorcha” de su difunto padre como consejero benefactor suyo y de su familia, y hasta como responsable por su reciente estabilización de una condición clínica que ella misma ha hecho bien pública tanto en apariciones televisivas como en su perfil de una popular red social.

No obstante sus elogios, y jurada dedicación a mis enseñanzas, éstas acababan siendo siempre ignoradas a favor de su mero capricho y perfecta conveniencia; de hecho la primera expulsión de la alumna del Ryu fue ocasionada precisamente por la forma en la cual repetidamente sometía a los miembros de su familia a sus antojos inmaduros y conveniencieros que incluyeron un acto de negligencia criminal por su parte. En repetidas ocasiones yo le advertí que tenía que librarse de la presencia de una mascota peligrosa porque suponía un peligro inminente para todos sus hijos pero en particular para el menor – también alumno mío  entonces – y de pocos años de edad.  En vez de respetar la opinión y consejo de quien había pagado y encomendado para opinar y aconsejar prefirió reaccionar como buena negativista desafiante y rescindir la membrecía de sus hijos de mi Instituto.

Tal cual yo lo había anticipado no tardó el chiquillo en ser atacado por la bestia ocasionando una tragedia que por milagrosos milímetros no le incapacitaron de por vida.

 La caprichosa y convenienciera hipocresía de la alumna-madre no se erige sola, sino queda firmemente acompañada por la cobardía de un también alumno-padre, que por falta de agallas y por miedo a enfrentar a su esposa, no tuvo la hombría necesaria de sacar de la casa la inminente amenaza prefiriendo complacer a la irresponsable esposa en vez de proteger a su hijo. Hipocresía y cobardía con frecuencia van acompañados. 

            Después de cierto tiempo, acumulados los problemas domésticos, la familia volvió a mi consultorio e Instituto, de nuevo lloviendo los halagos a mis enseñanzas y la madre públicamente pidiendo disculpas y reconociendo sus errores pasados al no haberme hecho caso.

            No duraría.

Por un tiempo todo bien, con buenos progresos en los jóvenes mayores y hasta en ella y en su esposo. No obstante de pronto me informó, fuera de consulta privada y confidencial, de sus intenciones de llevar su familia de regreso a los EE.UU., y por lo tanto sacarles de nuevo de entrenamiento  y estudio activo del Instituto donde ella juraba a los cuatro vientos que era la mejor instrucción posible para ellos. En apariencia causa razonable el deseo de mudarse, pero la motivación real venía a ser de nuevo otra manifestación del egocentrismo de una persona dispuesta a sacrificar a todos y cualquiera de acuerdo a sus propios intereses. La alumna, planificando una separación sino divorcio de su marido, quiere ampararse en los beneficios de las leyes americanas frente a las mexicanas y para eso está dispuesta a someter a sus hijos a cualquier tipo de dislocación – de su colegio, de sus amistades, de sus familia inmediata, de sus estudios en el Instituto – con tal de beneficiarse personal y egoístamente de su propósito. Harto ya de presenciar que de nuevo se repitiera el mismo patrón de hipocresía y de egoísmo que resultó en la tragedia con mi pequeño alumno, a la alumna-madre le cayó la segunda y definitiva expulsión como persona moralmente inadecuada para recibir mis enseñanzas y disponer de mi tiempo a cualquier precio.  

Pero la historia allí no termina.

Durante el fin de semana precedente a Halloween, asigné como tarea a los alumnos que estudiaran mi novela “Tiempos de Miakoda” – tan tremendamente elogiada por la ex-alumna y que por segundo año consecutivo ha sido materia de lectura obligatoria en un colegio local de Tijuana – y que presentasen 15 preguntas sobre el texto. La madre declaró que el libro contenía escenas sexuales inapropiadas y prohibió a los hijos cumplir con la tarea asignada – la misma madre que un año anterior había llevado a los niños a ver el filme “Cisne Negro”, y la misma madre que escucha “Tiempos de Miakoda” en su casa en audio delante de sus hijos. Esta mujer de hecho había declarado a sus hijos que yo, como maestro, les había asignado una tarea inapropiada, por lo tanto no solamente desafiando y socavando mi autoridad como maestro sino mi buen juicio como tal.

Hubo reacción por mi parte.

El primer paso fue prohibir a los hijos de que participaran en el programa de “Cine con Sabiduría” justificándome en el hecho de que no quería que la madre y ex-alumna, con su agenda de sacar a los hijos del Instituto para facilitar sus planes personales de mudarse a San Diego, encontrara mayores motivos para cuestionar mis enseñanzas: no quiero acabar como Sócrates acusado de pervertir las mentes de menores. Cuando uno de sus hijos me preguntó que por qué de pronto no podrían participar en el programa de “Cine con Sabiduría” les expliqué el problema con su madre. Acordándome que habían visto el filme “Cisne Negro” les pregunté que si lo habían visto, cuando me contestaron afirmativamente y que su madre misma acompañada de su abuela les había llevado a verla cuando los dos eran un año más jóvenes que ahora. “Cisne Negro” es un filme que presenta escenas sexuales de lo más explicitas, incluyendo mujeres haciendo sexo oral, y una mujer masturbándose. La única frase en “Tiempos de Miakoda” que podría interpretarse como remotamente aludiendo al sexo, es el siguiente dialogo:

³  “¿Pero Usted nunca pretende a una mujer?,” le pregunté esperando que los motivos ulteriores tras esa pregunta no aparentaran ser sino simple curiosidad a propósito de la información.

³  “Yo nunca ‘pretendo’ hacer – simplemente ‘hago’. Las cosas no hay que ‘pretender hacerlas’, hay que hacerlas; hay que tener certeza en todo lo que se hace, aunque uno se equivoque. Una vez las decisiones se han tomado las acciones tienen que ser con compromiso – si no, mejor no hacer. O se hace o no se hace, nada de ‘pretender’ hacer.”

³  “¿Y según usted qué ‘pretenden’?”, le pregunté riendo.

³  “La palabra pretender viene de ‘pre’ antes, y de ‘tender,’ que significa, entre otras cosa, ‘estirar’ – has tomado biología, ya te imaginarás lo que quieren estirar de ti. También significa ‘hacer de impostor’. O sea, que lo que pretenden es ‘engañarte’ para ‘estirarte’. Eso de los pretendientes todo quede entre engañar para querer estirar. Más alto te lo puedo decir, más claro imposible.”

³  “¡Pero Shihan! Jajajaja. ¡Pero! ¡Cómo cree! Jajajaja.”

Eso es todo, una frase. Concluí que si su propia madre – información que los muchachos mismos compartieron – les había llevado a ver el “Cisne Negro” entonces era ella efectivamente “una hipócrita” y su postura de desacreditarme ante mis alumnos era una ofensa pública a mi persona, a mi capacidad como profesional, a mis enseñanzas y al Instituto y al Ryu mismo. No podría quedar sin contestar de igual forma: pública. Como maestro uno tiene que saber dónde van a caer sus enseñanzas, en terreno fértil o como perlas para los cerdos: quedaba el experimento de ver si los hijos también eran tan hipócritas como la madre ya que con frecuencia la hipocresía se hereda por ejemplo. “La razón por la cual no podéis atender ya a “Cine con Sabiduría” es que vuestra madre es una hipócrita” opinión con la cual ambos muchachos coincidieron. Todo pudo quedarse en eso, pero es frecuente que en las familias cuando un padre quiere algo de disciplina para sus hijos los mismos buscan la forma de evitarla recurriendo a la manipulación del otro padre.

Efectivamente fue así: no terminaron la clase que fueron derechos a su madre para contarles lo ocurrido, quejarse de la forma en la cual yo le había “insultado” y como consecuencia, y de nuevo, ella les prohibió volver a atender al Instituto. El padre, cuya autoridad, igual que en el caso del perro, brilla por su ausencia, teme demasiado el conflicto para lograr lo que sabe – o al menos profesa saber – que es lo mejor para sus hijos.

No sé realmente quien es más responsable, si la hipocresía de la madre o la cobardía del padre. Al fin y al cabo la madre, debido a su historial – que ella misma publica – de serios trastornos neurológicos y psiquiátricos, podría declararse incompetente en un tribunal y por lo tanto no responsable por sus actos y decisiones. Por desgracia para sus hijos aun goza de la autoridad legal y de la lealtad filial para influir y dictaminar sobre ellos. La responsabilidad entonces pasaría al padre que, completamente cognoscente de los problemas de la madre, no tuvo el valor de obrar a tiempo en beneficio y en protección de sus hijos. 

No todo se puede enseñar, pero las lecciones de este caso van para los individuos que de verdad cuentan y sabrán como aprovecharse de ellas: alumnos y aprendices presentes y futuros.  ¿Para qué recurrir a alegorías y parábolas cuando la realidad ofrece algo mejor?

El ojo que se ve

El filo que se corta

No preciso escudo.

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[1] “La guerra civil española”, Hugh Thomas, España contemporánea, Editions Ruedo ibérico – Libro IV Apartado 42, Páginas 294 a 295. – Extracto de los sucesos: “Unamuno’s last lecture” de Luis Portillo. Ubicado en http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/historia/unamuno/index.html.