jueves, 17 de noviembre de 2011

Jueves, 17 de noviembre, 2011 8:24 AM REPORTE MATUTINO

En el principio érase el nin, “espíritu bajo disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el  “maestro-sabio del nin,” el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión. 

Ubicación: Nuevo Centro de Comando y Control del Plexo
Estado Anímico: Sereno, apaciguado.
Estado Físico: Dolorido, fatigado.
Estado Cognitivo: Pensativo, reflexivo.

El Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Hace frio en esta sala, pero a pesar de los escalofríos me resulta agradable, vigorizante. Estoy cansado, sobreentrenado, de ahí que no descanso bien por las noches últimamente. El régimen de entrenamiento físico de un súperatleta – todo verdadero guerrero tiene que considerarse como tal al menos que por enfermedad o lesión que impida su entrenamiento – exige forzar los límites del cuerpo y de la mente. Ahora estoy encontrando los míos después de varios años de privación forzada. Chateaba ayer con mi hijo con respecto a mi régimen y mi plan de acondicionamiento, y de cómo carezco de la velocidad, resistencia y agilidad de mis treintas o incluso cuarenta y pocos y que voy a compensar con fuerza y potencia muscular e incluso flexibilidad superiores; al menos eso es el plan. Lo cierto es que hoy tengo que dormir más antes de exigirme más físicamente.

            Demasiados frentes necesarios para completar MAMBA y me falta tiempo. En el túnel de la vida cada instante nos ofrece un nuevo panorama de posibilidades, de opciones, de elecciones, y nos exige elegir; el mero hecho de no elegir es una elección, y demasiadas veces los portales que se nos abrieron hace un instante se cierran para siempre durante el siguiente: esa es ley de vida. Cuatro cosas no vuelven: la vida pasada, la palabra hablada, la flecha lanzada y la oportunidad desperdiciada. No hay que lamentarse; lamentarse nos retrocede mentalmente al pasado, y si uno se lamenta pierde la consciencia del momento presente y lo que este puede ofrecer. Hay que aprender del pasado para no cometer los mismos errores, para no seguir con los mismos patrones que nos llevaron a errar, a la toma de malas decisiones.

El final de mi túnel se presiente, se palpa; esa no es una predicción pesimista ni fatalista sino la marca de una madurez existencial. MAMBA será, junto con VIPERS, mi Capilla Sixtina y mi David, respectivamente; prioridad hay que darles a su formación y desarrollo, por encima de su difusión y reconocimiento. La difusión puede llevarse a cabo después de mi muerte, siempre en cuando mis conocimientos estén coherentemente presentados y registrados. En la inmensa mayoría de los casos de los grandes maestros existenciales – como el Buda, Nietzsche, o Confucio – las enseñanzas se difundieron después de su muerte, e incluso problemas de interpretación surgieron porque no dejaron nada escrito en el caso del Buda y de Confucio. Por eso que me queda bien claro que lo más importante en este lugar y momento es la grabación audiovisual y escrita de las enseñanzas, de los programas, de las técnicas, etc., pertenecientes a MAMBA, conjunto con el necesario desarrollo de mi mismo como creador del programa. La propagación del Ryu, de MAMBA RYU como organización puede esperar – o no darse en absoluto – eso de mi no depende, y quizás ni me toque. Lo que sí depende de mí y lo que sí me toca a mí es lo que nadie más puede hacer: sacar de mi cabeza todo el conocimiento y la sabiduría acumulados durante siglos y plasmarlos en los programas y las disciplinas que son MAMBA. De hecho es muy posible que sea contraproducente el dispersarme en tratar de enseñar yo mismo, salvo a un grupo muy, muy selecto, sobre todo habitando un contexto social y cultural tan reacia a la disciplina y tan desentendida del valor de la sabiduría y de la formación guerra-existencial.

Hoy por fin pude llegar a expresar concretamente algo que lleva siendo objeto de conflicto y causa de confusión con muchas personas a mí alrededor, sobre todo mujeres que buscan cierto “favor” o “consideración”. La idea se fue esclareciendo viendo el filme sobre el escultor-pinto Miguel Ángel. Hay una escena en la película en la que una amiga y viejo amor suyo le confiesa sus sentimientos amorosos. El artista responde con que sí siente ‘amor’, pero el ‘amor’ que siente es hacia su arte, y se expresa y manifiesta en el ejercicio del mismo. La mujer, Condesa de Medici insiste en decirle que él en realidad sí se siente solo pero que se ha engañado hasta el punto de no es capaz de reconocerlo. Fue como un rayo de entendimiento para mí esa escena, y me sentí totalmente identificado con el personaje y también con situación frente a un individuo que no comprende, no puede comprender, la integración del artista con su arte, y que insiste en imponer sus propios esquemas a algo que ni siquiera entiende lo suficiente para darse cuenta de que no entiende. En resumidas cuentas: yo soy un escultor de cuerpos y mentes para convertirles en identidades, y si uno no se presenta como un bloque de “mármol humano” que se presta a ser esculpido no tiene causa para ocupar espacio en mi universo. Simple: No preciso de compañeros, ni de amistades, ni de visitas ni de amantes, ni de “quien me comprenda”; no tengo ni miedos ni apegos, soy uno con el cosmos. ¿Si no te interesa ser moldeado por un maestro-escultor a qué rayos vienes a mí? ¿A compartir el qué exactamente? ¿Qué tienes que ofrecer a cambio de mi tiempo, de mi esfuerzo, de mis enseñanzas, de mi sabiduría? ¿Y si yo no fuera un maestro – “El Maestro” – te interesaría yo? ¡Claro que no! Pero la gente es como el joven impertinente que se cree que “esto” es un bufet dispuesto a su soberana conveniencia. No se dan cuenta de que yo no preciso de ellos, pero si quieren lidiar con sus problemas existenciales difícilmente encontrarán quien les guie a la “otra orilla”. Y si ese pasaje – a través de las aguas de la transformación existencial a la otra orilla de la serenidad espiritual y la paz mental – no les interesa, entonces ellos a mi no me interesan tampoco. Yo soy el forjador de voluntades en grandes y auténticas identidades; adentrarse en mi vida es entrar en mi Gran Fragua donde por decisión propia se someten al fuego, al martillo, y al yunque de mi disciplina para ser esculpidos en seres excelentes. Quien no esté puesto y dispuesto a entrar en mi taller existencial como materia prima para ser moldeada, forjada, recreada, de acuerdo a mi visión debería pasarme de largo: sus energía y su tiempo estarían mejor invertidos en otros pastos, en otros intereses, y en presas más fáciles y menos exigentes para satisfacer sus caprichos e ilusiones. Esa es la simple realidad; quizás chocante, quizás radical, quizás extrema. ¡¿En realidad, qué esperan del Shodai – del “Primer Grande”, maestro-fundador – de una orden marcial-existencial?!

El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo.

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