domingo, 20 de noviembre de 2011

Domingo, 20 de noviembre, 2011 10:30 AM REPORTE DIARIO

En el principio érase el nin, “espíritu bajo disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el  “maestro-sabio del nin,” el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión. 

Ubicación: Recámara privada del Plexo
Estado Anímico: Sorprendido, pasmado, maravillado. 
Estado Físico: Dolorido, bastante fatigado.
Estado Cognitivo: Inspirado, reflexivo, esclarecido.
                                                                                        
El Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Decir que las últimas 48 horas han sido interesantes seria sarcásticamente quedarse corto. Hace frio en este cuarto, pero no tanto como en mi Centro de Comando y Control de donde tuve que retirarme hace unos minutos. Siento un delicioso agotamiento; un estado físico y mental nostálgicamente doloroso en el que mi mente, cargada de endorfinas y repleta de ideas, de introspecciones, y de perspicacias, me eleva a un plano de interpretación, de vivencia – percepción e imaginocepción – mística donde las conexiones entre áreas aparentemente dispares de las matemáticas, de la música, del go, del ajedrez, de la música, de la biología, etc., desaparecen en un “todo es todo”.

            Segunda mañana que me despierto antes de las cinco y recibo el amanecer corriendo – trotando a ser sinceros y precisos – alrededor del parque, y rompo la barrera de los 30 minutos seguidos. Paso más lento, zancada más corta, ya no de lobo que traga millas pero sí de carcayú que las desafía con la soberbia de su implacable constancia. La pierna derecha me tira ligeramente, limitando la zancada, pero a pesar de la diferencia de velocidad, la duración, el empeño, la sensación del sudor que baña mi cuerpo, del crepúsculo que me envuelve en un mar de cambio cromático, que me transporta décadas atrás en el tiempo a cuando me preparaba para embarcar con los U.S. Army Rangers y estaba en el apogeo de mi condición física.

            Ayer me desperté por mi cuenta poco después de las cinco; dieron las seis y estaba dando vueltas a “mi” parque decidido a romper la barrera de los 30 minutos de tiempo recorrido. Más tarde ese día iba en bicicleta camino al gimnasio – el viernes no logré llegar al final. Llevaba el tiempo súper justo para poder completar la rutina antes de la hora de cerrar. Distraído y algo ensordecido por el sonido del viento en el casco de pronto oí un raspeo de pasos a mi derecha; miré por encima del hombro derecho y no vi nada pero en cuando volví a fijar la atención al frente sentí u apretón en la pantorrilla de ese lado. Por una fracción de segundo no supe que sucedía, mi cerebro lo lograba computar la información disponible para dar con una respuesta pero instintivamente sacudí la pierna y al mirar me di cuenta de que había sido mordido por un miserable perro. La mordedura fue en verdad inconsecuente ya que apenas dolió y lo primero que sentí fue una ráfaga de indignación ante la impertinencia de la pequeña bestia y seguida de vergüenza por haberme dejado “cazar” de esa forma – iba innecesariamente distraído: lección aprendida. Levanté el pantalón y vi que aún no sangraba y que la ‘bestia’ no llegó a hincarme los colmillos, solamente a rasgarme con dos de ellos; también vi, con tremendo alivio, que no me agujereó la tela del pantalón tampoco ya que se trataban de uno de mis sudaderas más preciadas, de las que tienen logos de MAMBA. Por fortuna para él su ventaja cuadrúpeda aventajaba la mecánica de la mía: no logré alcanzarlo para ajustar las cuentas. Después de algunos minutos perdidos tratando o de seguirlo a ver donde vivía para conversar con sus amos sobre la salud del mismo, o de alcanzarle para devolverle el favor, retomé mi camino.

            Llegando al gimnasio, tarde ya para terminar la rutina, pedí el botiquín de primero auxilios para desinfectar la herida y poder continuar con algo de tranquilidad con mi entrenamiento. Entre los minutos perdidos con el percance y los trabajadores del gimnasio que me aconsejaban que me fuera a buscar atención médica, que si vacuna para la rabia que si el tétano, abrevié la rutina terminando lo más importante y me regresé a casa. Sí conseguí subir de peso en ambos el “Press de Banca” y en el “Squat” con mancuernas, de 2 X 90 a 2 x 95 libras, y en el “Remo con una Mano” (con mancuerna) de 95 a 100 libras – la mancuerna más pesada del gimnasio. O me traen otras más pesadas – vienen en hasta 120 libras de peso o incluso más - o tendré que cambiar de gimnasio en un par de meses. Mi máximo peso manejado en “Press de Banca” con mancuernas ha sido o los 95 o los de 100, o sea que o estoy o estoy por estar de nuevo en mi máximo nivel en ese ejercicio. Lo cierto es que a este ritmo fácilmente para la primavera habré recuperado, sino repasado, mi máxima condición física en cuanto a fuerza que logré al final de mis treintas, principios de mis cuarentas. La condición física es la salud, y la salud es la juventud. Me he sentido fuera de condición y por consiguiente “viejo” en mis “teens”, y me he sentido joven en mis treintas, en mis “tiempos de Aquiles”. No se puede sobrevalorar la importancia de la salud corporal y su contribución a la excelencia de la mente, por consiguiente, por eso de que “el espíritu es mente y cuerpo en acción”, también del espíritu. La disciplina de la excelencia física es parte y base de la esfera de Tierra de MAMBA.

Llegando a casa y al final de muchas llamadas telefónicas, vueltas dadas en busca del perro, ayuda y consejo de una cariñosa alumna, fui a una clínica local donde me atendió el médico y desinfectó la herida, concluyendo, para mi gran alivio, que dada la superficialidad de la misma no precisaría de mayor atención que lo recibido: podría haber sido mucho mayor el gasto de tiempo, de energía y de dinero. La distracción mental que llevó a la distracción; en fin. Dice el refrán judío: “engáñame una vez, vergüenza para ti, dos veces, vergüenza para mí.” Prosigamos.

Estos últimos días han sido tremendos en cuanto a las introspecciones internas y las conexiones externas con motivo del estudio de tres grandes identidades a través de respectivos filmes sobre los mismos: Mozart, Miguel Ángel, y recientemente Beethoven. Sobre Mozart ya escribí, incluso dedicando una anotación en la bitácora al mismo. “Amadeus” fue una ligera patada que me movió un poco, que me hizo darme cuenta de ciertas conexiones como comenté en la anotación. Me vi reflejado en Mozart en cuanto al “el genio del genio”, en cuanto a la infancia aplicada que llevarían a una juventud que aunque rebelde y violenta, encaminada, disciplinada, aprovechada. En la “Agonía del Éctasis” vía mucho, mucho más, y fue ya una patada que me sacudió y me reverberó hasta en los intestinos, en los pulmones, en el hígado, en la boca del estomago; fue como una corriente eléctrica de energía, de nuevas conexiones para expresar mis ideas y hasta para reconocerme a mí mismo como artista y no solamente como sabio, filosofo, intelectual, marcialista, o guerrero. El término “artista marcial” en verdad carece de significado para mí, es una nota sin sonido, un tambor roto, una jarrón quebrado. ¿Cómo organizar mis pensamientos al respecto? ¿Dónde lo hago, aquí o en la bitácora?

Con Miguel Ángel vi mi propia actitud con respecto a las mujeres que tratan de encontrar huecos, de “hallar la combinación” a la “caja fuerte” de mi “corazón” como me lo han expresado, que tratan de buscar “el hombre detrás de Shodai” y que insisten que tiene que haberlo. Si es que tal cosa existiera, una disociación entre mi identidad como maestro-fundador, “Primer Grande” – ‘Sho’ + ‘Dai’ – de MAMBA RYU, no encontrarían a un “hombre” tal y como las conocen ellas, sino a un Sennin que no tienen esperanza de entender sin antes entrar en el mundo de mis creaciones, en mi “Amazonas” que es MAMBA. Quieren, igual que el “Joven Impertinente” sacar selectivamente y egoístamente lo que creen que les conviene y dar a cambio, ¿el qué?, pues lo que les sobra: la amargura de sus miedos, de sus apegos, de sus traumas, de sus soberbias, de sus exigencias, de sus conductas negativistas desafiantes e impertinentes, En realidad quieren un psicólogo residente y permanente al que no tienen ni que pagar ni respetar y al que pueden hacer el pararrayos del odio y/o desprecio que las mujeres en esta cultura por lo general tienen – merecida o no, de momento no comento al respecto – hacia los hombres. Sobre todo las que pasan de los cuarenta. Piensan, como lo hace la Miakoda del primer volumen de “Tiempos de Miakoda”, que de alguna forma van a cometer al Sennin. ¡Ilusas!

Pero vi mucho más. Comenté, creo, sobre la forma en la que Miguel Ángel busca llenar la Capilla Sixtina con un fresco que integre todo el espacio y con su propia representación de lo sagrado, no según representaciones aisladas, copiadas, dictadas por otro, sino de acuerdo a su propio genio artístico y sensibilidad de lo sagrado. Aquí tenemos mucha tela para cortar, y es detalle de ese proceso es propio para la Bitácora puesto que consiste no en un comentario suelto de mis pensamientos y quehaceres sino en un artículo o ensayo minucioso, meticuloso. Lo que si diré aquí es que en la obra de Miguel Ángel entendí mejor el problema de Dios en cuanto a la equivalencia que el mundo occidental hace de Él y de lo sagrado, lo auténticamente sagrado. MAMBA ensena que lo sagrado está dentro y alrededor de uno mismo y que el Gran Entendimiento se logra a través de un reconocimiento y experimentación simultanea de la conexión entre las dos. En ese proceso los dioses, los santos, los espíritus, los demonios, los ángeles, el destino, el karma, etc. no solo sobran sino estorban. En MAMBA se resuelve la controversia entre el axioma hindú de “Brahman = Atman” y del budisma “Anatman”. No hay alma permanente, por lo tanto se afirma el “no alma” o “anatman” del budismo; pero el espíritu, que es el resultado de la mente (pensamiento, emoción, predisposición conductual) y el cuerpo (salud, desarrollo y disciplina física, movimiento y conducta) en acción, puede llegar a un estado de armonía cósmica, universal, a través de “saber” – en el sentido de “cómo sabes cómo sabe lo que sabes” – es decir, del conocimiento y experimentación coordinados – del “todo”, del “Tao”. Somos sino una ola móvil y cambiante del océano del Tao – no hay nada ‘permanente’ que vague por el cosmos a nuestra muerte. Leer esto y entenderlo racionalmente es una cosa, experimentarlo como axioma de vida, como uno experimenta la fuerza de gravedad es otra – eso es ser un “Iluminado”, tener un “Gran Entendimiento” en donde el saber y el hacer son una misma cosa, en donde el ser y el estar son color y onda, en donde el querer y el deber son “blanco y arroz”, “uña y carne”, fuego y calor.

Miguel Ángel capta, a través de su obra su visión de lo sagrado, y el propósito de la misma es el de poner al espectador, al receptor de su mensaje, en contacto con su visión del mismo. MAMBA, mi arte, es más complejo, ya que lo sagrado exterior solamente se puede experimentar cuando hemos abierto el portal interior al mismo. A partir de la agonía de mi Iluminación se abrió en mí otra perspectiva y a la vez una conexión – a modo de un órgano sensorial empático – con lo sagrado, sintiéndome unificado con, equivalente a, y a la vez experimentador del mismo. Descubrí que no hay separación concreta, línea divisoria tangible entre ‘YO’ y todo lo demás a mi alrededor, y todos los demás a mi alrededor. El alumno necio que por una parte quiere encontrar sus testículos para hacer un cambio en sí mismo, en afirmar una identidad firme y concreta, y que por otra tiene que pedirle permiso a su novia o esposa a que se los preste – “por favor” - para ponérselos y jugar a ser hombre un poquito y poder fingirse a sí mismo que va en pos de lograr su objetivo, está vinculado a mi porque ambos reflejamos una faceta de este animal confundido y malogrado que es el Homo Sapiens – aunque yo sea Homo Sapiens Sennin y él Homo Sapiens Pateticus. De ahí que me incomoda la estupidez, la mediocridad, la cobardía, la soberbia, la arrogancia, etc., etc., de todos: nada humano me es ajeno. No puedo en sinceridad ver una injusticia y confortarme en la idea de que yo no soy el que la ocasiona la injusticia ni el que la sufre directamente y por lo tanto vivir con la consciencia tranquila. ¿Qué padre, qué madre, o qué hermano viendo a un hijo o un hermano sufrir se quedaría impávido – mucho menos pudiendo aportar para remediar la situación? MAMBA, al contrario que otras estrategias, psicologías, o filosofías espirituales existenciales enseña precisamente que eso no es posible. La esfera del Agua nos recuerda que nuestro ser se extiende a nuestro contexto no solamente físico, sino social, cultural, político, económico, histórico, e imaginario – somos lo que somos y aún lo que imaginamos ser en la Quinta Dimensión.

Miguel Ángel transmitía, en escultura y en pintura su visión de lo sagrado como algo divino, exterior al ser humano. Yo, en mi arte – que es diverso – comparto mi visión de lo sagrado como un estado del ser y del estar del ser humano algo a través del cual puede existir en armonía con el mismo que le rodea de forma ubicua pero que por su extrema ignorancia, regia sabiduría, y majestuosa apatía, no puede experimentar – a pesar de que ese estado de paz interior sea lo que más desea, y lo que más precisa lograr en esta su única vida. En Miguel Ángel en su intento de huir de sí mismo, de su compromiso más arriesgado y exigente con su propia grandeza vemos “el efecto Sennin”: cuando abro lo ojos de mis alumnos a su propia realidad existencial y su responsabilidad con respecto a la misma. Más en la Bitácora.

Si Mozart en “Amadeus” me sacudió un poco, y si Miguel Ángel en “la Agonía y el Éctasis” me pateo, Beethoven en “Copiando a Beethoven”, me tumbó de espaldas. De nuevo el tema del arte de un genio; de la dedicación del genio a su arte; del genio del genio; de su pasión de su arrojo, ¡de su furia!; de la dualidad entre “el genio y su arte”, ¡tema de todos los Grandes! ¡El carácter de Beethoven se oye, se siente, en sus sinfonías! “¡Beethoven es una fuerza de la naturaleza!” aclama un personaje, ¡y cómo se siente ese arrojo, esa altivez, ese aplomo en su arte! Vi en las escenas del filme de nuevo el eterno tema de la visión del genio con respecto a su arte: Beethoven afirma que como artista construye puentes entre el alma y Dios – es decir, de nuevo contacto, establece una conexión entre el finito del ser humano y lo infinito de lo sagrado. En enfrentamiento con un ingeniero dice: “¡Tu construyes un puente entre dos puntos pero yo entre Dios y el alma!” (También, admito, con afán de honestidad, que en el espejo de mí que es a veces es Beethoven en el filme, vi aspectos propios que no me agradaron del todo, aspectos de mi “genio” y mi exigencia en el ámbito personal con aquellos que comparten mi espacio intimo. Por otra parte, quien no comparta el amor, mi pasión, mi visión de MAMBA, ¡no debería ni pensar en compartir espacio íntimo conmigo!) ¡Hubo tanto en común entre la música de Beethoven y MAMBA que soñé toda la noche con ello! Más en la Bitácora.

Quizás en todo esto, lo que resulte más extraño es que he encontrado mis alas y licencia como auténtico artista. ¿Qué era antes?

Escritor de poesías
 A veces,
¿Poeta?
Identidad incompleta.

Cuando las artes marciales
De hoy en día son parodia
Vacía de significado…
¿Ser apodado “artista marcial”?
No soy imparcial a ese grado.

Pero me he sentido…
Entre el Buda y Confucio,
Ilustre y concebido…
Y entre Sun Tzu y Musashi
Maestro soy,
Y bien merecido.

Con Sócrates, Nietzsche
Me he sentido sagaz y letrado,
Logrado, distinguido…

Con Cervantes, y Quevedo
Mis maestros, mis modelos,
Me he sentido
Guidado, sucesor potenciado.

Me he sentido…
Con Khan y Alejandro,
Predestinado…
Con Aníbal inspirado
Y precedido

Me he sentido…
Con Ghandi,
Mandela, y King
Decidido
Justificado…

Pero con Miguel Angel “Il Divino”
Y con “La Bestia” de Beethoven
Joven soy, estoy revivido
Y hoy me he sentido
Por vez primera y por fin…
Comprendido.

Hoy, con el resto del día, y mañana que es día festivo, toca estudio y practica de música en un libro sobre “Música de Teclado” que compré; de go; de ajedrez; y de matemáticas. Queda pendiente el capítulo 4 de “Penuel”, e iniciar el volumen II de “Mandated Report”.

El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo

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