jueves, 28 de febrero de 2013

ANOTACIÓN 4: Jueves, 28 de febrero, 2013 8:01 REPORTE MATUTINO



El Diario de un Sennin, Volumen III – 2013: Misma Singularidad, Nuevos Horizontes.

ANOTACIÓN 4: Jueves, 28 de febrero, 2013  8:01
REPORTE MATUTINO


En el principio érase el nin, “espíritu bajo disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el  “maestro-sabio del nin,” el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión. 

Ubicación: Recamara personal
Estado Anímico: Relativamente inspirado.
Estado Físico: Algo cansado y levemente adolorido.
Estado Cognitivo: Lúcido.

El Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Me viene a la mente la cita de Einstein cuando dijo, algo así como “Solamente dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana, y no estoy seguro de la primera.” Bueno, de la segunda no cabe duda. ¿Pero en que consiste FUNDAMENTALMENTE esa estupidez humana? Responderé a esa pregunta hoy.

El tema en general me recuerda a cuando era chaval y leía las enseñanzas del Buda, de Confucio, de Lao Tzu, por nombrar así tres de los maestros más destacados, y no lograba a veces descifrar su significado. Una cita en particular me viene a la mente de Lao Tzu: “Mis palabras son fáciles de entender y fáciles de aplicar pero pocos las comprenden y menos aún las aplican”. Pues la verdad es que eso del “Tao que es el verdadero Tao no puede nombrarse…” no era de lo más fácil de entender. (Ahora me encuentro diciendo lo mismo: la Verdad que es el Gran Entendimiento no puede describirse, hay que vivirla…) Aun entonces podría intuir la frustración subyacente en las expresiones de tantos y tantos eruditos con respecto a la necedad humana. Digo que antes intuía su frustración, ahora la comparto ya que a veces me agobia de una forma tan palpable que entiendo perfectamente por qué Lao Tzu simplemente optó por desaparecer de la escena humana por completo. Según el mito el guardián de la frontera, reconociendo quien era él, le hizo escribir sus enseñanzas “El Tao de Jing” antes de darle permiso para salir. La tentación de mandar a esta bola de ignorantes soberbios al carajo es fuerte. El Buda, una vez iluminado y habiendo vencido al demonio Mara en su misión de encontrar la solución al sufrimiento humano, también se propuso lo mismo: o sea, hacer acto de ausencia en el plano social. Mara, reconociendo su fracaso en impedir al Buda su iluminación, finalmente jugó la carta de la necedad humana, diciéndole al Buda: “Mira tío, ahora que tienes todo este conocimiento, ¿por qué no vuelves al palacio de tu padre y te retiras del mundo porque ya sabes lo ignorante, lo soberbia y lo apática que es la gente? Nadie te va a hacer caso. ¿Para qué amargarte la vida lidiando con necios? La gente no quiere aprender, no quiere mejorar, solamente quieren pasárselo bien.” A lo que el Buda pensó, “¡Hostias! ¡Tiene razón el menda! ¡La gente es bien ignorante, soberbia y apática! ¿Y ahora qué hago?” Pero se cuenta que entonces el Buda se fijó de pronto en un estanque que tenía delante donde había numerosas plantas de loto. Algunas de las plantas habían florecido por debajo del agua así que morirían, no había esperanza; otras ya habían sobresalido, esas sobrevivirían sin problema alguno; y otras estaban al ras del agua misma, su supervivencia aún por determinar. La mente-cerebro del Buda infundio en las imágenes un valor alegórico y relacionó a las flores con los diferentes tipos de seres humanos: unos perdidos, otras ya resueltos, y algunos indecisos. Mucha gente no tiene esperanza; su ignorancia, soberbia y apatía es tan extensa, está tan arraigada, que la solución a su problema se resolverá solamente con el “polvo al polvo” – o sea, cuando estiren la pata. Otros, muy, muy pocos, están ya a salvo; no precisan de la ayuda de nadie. (Ejemplos actuales son el astrofísico afroamericano Neil deGrasse Tyson, a quien espero conocer algún día, o el biólogo Richard Dawkins, etc., que dan discursos internacionales sobre la peligrosa necedad de la creencia en Dios y el efecto deletéreo que esa creencia tiene en la sociedad humana.) Bueno, total que el Buda ve a las flores de loto que están al ras del agua, luchando para sobrevivir como una representación de los seres humanos, los pocos, los muy pocos, los poquísimos, que luchan para superar su estado de necedad inherente con el propósito de lograr superar el sufrimiento existencial que padecen. “¡Esos!”, exclamó el Buda, con ese “momento eureka” y se lanzó a un ministerio de enseñanza que duró más de cuarenta años. Confucio, por otro lado, murió sintiéndose un fracaso al no poder lograr cambios sociales correspondientes a sus enseñanzas – cambios para el beneficio de la humanidad. (No obstante en su muerte fue elevado al estatus de deidad y venerado como el Maestro por excelencia de la cultura y civilización china.)

¿Dónde estamos? ¡Ah sí! “Vox clamantis in deserto” – la voz protestando en el vacío, en el desierto, donde no hay nadie para escuchar, para oír. “¿Si cae un árbol en el bosque y no hay nadie para oírlo ha hecho un ruido, un sonido?” No. El sonido es el resultado de la expresión mental, experiencial, de las vibraciones del aire; el sonido no existe fuera de la percepción de un ser consciente que lo experimente. “¿A dónde vas con esto Maestro Sennin?”, me pregunta Oyabun, el equivalente a Mara en los Cuentos Ancestrales de Omayok el Grande, “¿Acaso ya te rindes!” La respuesta es no… no del todo y no exactamente. La batalla ha cambiado de frente como explicaré a continuación.

Hace más de un mes que no escribo nada sustancial, que no contribuyo nada a bitácora o diario. La actividad literaria definitivamente ha caído en desuso con la embestida de cursos, casi todos científicos, en los que estoy inscrito. He decidido tomarme la mañana (y resulta que parte de la tarde) para hablar de ello, y de otras corrientes y contextos que fluyen en mí en este momento.

Ayer fue un día largo, difícil y doloroso, poco más que otros días pero nada que rebasara la escala. Ayer finalmente respondí a una actitud que quizás anteriormente me hubiera entretenido en responder – ya no tengo ni tiempo, ni energías, ni fuerzas, ni paciencia para andar en el lodazal mental del que solamente quiere imponer su ignorancia con la soberbia de su postura y justificado por el reseña del conformismo apático que dice “tengo derecho a mi opinión.” Sí, es cierto, todos tienen derecho a su opinión, de igual forma que todos tienen derecho de vaciar sus intestinos, pero cuando sus opiniones y sus evacuaciones vienen a ser de la misma materia no tienen derecho de expresar sus opiniones donde yo tenga que aguantar los resultados: 

“El que no sabe y sabe que no sabe es simple, enséñale.
El que sabe y no sabe que sabe está dormido, despiértale.
El que sabe y sabe que sabe es sabio, síguele.
Pero el que no sabe y no sabe que no sabe es necio, evítale."
Antiguo Proverbio Persa

Hay demasiadas personas que simplemente "no saben que no saben" y no quieren ni reconocer a "alguien que sabe" ni mucho menos aprender. Declaran con orgullo y descaro – ¡la ignorancia es muy atrevida! - su "derecho a ser necio". Pues sí, tienen ese derecho - e igualmente tienen el derecho correspondiente de ser mediocres, superficiales, conformistas, ignorantes, apáticos, soberbios, etc., y con esas cualidades y atributos contribuir a todos los defectos correspondientes que se manifiestan en las instituciones sociales que tanto aborrecemos: la mediocridad del sistema educativo, la corrupción del gobierno, la incompetencia de los servicios sociales, la ineficiencia del sistema económico, la indiferencia del sistema capitalista, etc., etc., etc. Los defectos sociales no son sino una representación exacta de la manifestación de ese derecho universal a ser mediocre, superficial, conformista, ignorante, apático, soberbio, etc., etc., etc.

Confucio dijo con respecto a la ignorancia que es mejor encender una vela que quejarse de la oscuridad. De acuerdo a ese directivo he dedicado mi vida al estudio y a la enseñanza – SEMPER ERUDITIO - pero cuando enfrentado con un "necio" empedernido yo también tengo un derecho: el de evitarlo.

Enseñar al que no sabe es un deber de maestro y es la vocación más alta a la que puede aspirar un ser humano; pero aguantar al ignorante que no quiere aprender y que lo único que quiere es imponer su ignorancia es de estúpidos, y esos, por derecho, sobran. Aplico ese derecho en mi muro a mi discreción.

Gracias.

Lo cierto es que no tengo tiempo para “entrar en el trapo” contra las necedades ajenas como lo hacía antes, o mejor dicho, no me tomo ese tiempo porque ya saqué de provecho lo que tenía que sacar. ¿Y qué tenía que sacar? Una base de interacción con una muestra (¿estadísticamente significativa?) de la población. He aprendido mucho de la mentalidad cultural durante mi trabajo de campo virtual. Me ha evitado tener que salir a los negocios, los parques, las tiendas, los mercados, etc., pero no por ello he dejado de hacerlo del todo. Ha sido otra forma expediente, eficiente, eficaz de empaparme de la psicología y de la sociología de la cultura en la que habito. He podido llevar a cabo auténticos experimentos en los que, por ejemplo, he podido comparar el patrón de respuestas de españoles con el de mexicanos en la misma calidad de temas, para ver las tremendas semejanzas que de otra forma se ocultan bajo capas superficiales de aparentes diferencias culturales – las capas existen, pero las profundidades también. Es decir, existen ciertos patrones conductuales, mentales, y emocionales que podemos identificar como propios de la Hispanidad completa – a pesar de las diferencias regionales. (¿Quizás esos patrones en común correspondan a las similitudes lingüísticas?)

He confirmado que la ignorancia es igual de ignorante en todas partes y que a grosso modo el ignorante es igual de apático y de soberbio en su respuesta a cualquier tipo de crítica que no entienda y que esa regla aplica tanto a un afroamericano en la actualidad, como a un Chino durante la rebelión de los Bóxeres, como a un español durante la Inquisición, como a un mexicano, como a un brasileño, como a un angloamericano en la actualidad. La bóveda de estupidez que la ignorancia impone sobre su víctima humana – tanto para quien la hospeda como para el que la sufre – es universalmente vil e impactante.

“¿Pero en qué consiste realmente esa estupidez?” Buena pregunta. ¡Muy buena pregunta! Lo cual me lleva al tema central que quizás quiera exponer aquí: la ignorancia más grande – la estupidez – que padece el ser humano corresponde precisamente a su falta de comprensión, de entendimiento, de Gran Entendimiento, sobre su propia naturaleza, sobre lo que es, sobre lo que significa ser humano. Mediocre e ignorante se nace, excelente, ilustrado e iluminado se hace.

Anteriormente he escrito que el ser humano no nace libre, sino que nace alienado, nace infectado, por así decirlo, por una alienación interior congénita, y que esa alienación interior congénita es el resultado precisamente del abismo enajenador que su propia imaginación abre dentro de su mente, alienando al ser humano de sí mismo dentro del infinito escenario de su vida mental – dentro de lo que llamamos la “Quinta Dimensión”. Me explicaré.

Hay ciertos términos que yo mismo acuñé durante mis días de investigación y estudios posgraduados en ciencias neurocognitivas en la Universidad de California en San Diego. No he tenido tiempo de sacar el mayor provecho comercial o publicitario de esas investigaciones, ¡pero mi carrera está aún por clausurar! (Todavía queda tiempo.) Uno de esos términos es la “imaginocepción”. La imaginocepción se refiere al conjunto de experiencias que la mente-cerebro crea, ausentes de estimulación sensorial, y que corresponden en toda modalidad posible a las percepciones (las cuales sí son el resultado de estímulo sensorial). Soñamos y vemos, tocamos, olemos, dolemos, y a veces lo hacemos con tanta intensidad y verosimilitud como para no darnos cuenta de que es un sueño – eso es un ejemplo clásico de imaginocepción. Los sueños, las memorias episódicas (de “episodios” o eventos pasados), las fantasías, las alucinaciones psicóticas, las alucinaciones inducidas por sustancias, los viajes chamánicos, las experiencias hipnóticas, las ideas en formas de imágenes mentales, los planes mentales para eventos futuros, etc., todos son ejemplos de imaginocepción. La imaginocepción, o mejor dicho, el grado y el manejo, la manipulación de la misma, es lo que nos hace humanos. Gracias a la imaginocepción humana la frase: “El perro pequeño mordió al gorila rosado”, puede tener sentido. Los garabatos de la página al que nuestra cultura y civilización reconoce como “letras” se agrupan en “palabras” que a su vez se organizan en “frases” e invocan imágenes mentales. Para algunos esas imágenes solicitarán un chihuahua, para otros un caniche, otros un terrier, otros ninguna raza canina en particular pero todos los que son participes de este convenio simbólico que es el castellano imaginaran a un can de pequeño tamaño hincando el diente en… ¿qué? ¿Un gorila de verdad pintado de rosa? ¿Uno de peluche? Lo importante es que somos capaces instantáneamente de elaborar un escenario mental que corresponde al significado atribuido a los símbolos descritos. De hecho no lo podemos evitar, tanto es el impulso a la imaginocepción en nuestra especie: No piensen en un cisne negro. Imposible. El lenguaje en cualquier forma – por escrito, verbal, en señales de tráfico, en música, corporal, etc. – una vez comprendido, una vez decodificado por nuestra mente-cerebro automáticamente suscita las imágenes correspondientes a los símbolos.

¿Y qué se precisa para esta capacidad? Entre otras cosas un deslindamiento correspondiente y automático con el mundo perceptual, con la percepción a favor de la activación automática de procesos imaginoceptivos. La percepción, mediante el estímulo del sistema de órganos sensoriales nos pone en contacto con el mundo exterior y con el cuerpo. (¡Hace años que no doy un curso de percepción y sensación, tanto que ya se me ha olvidado mucho de lo que sé! Otro ejemplo de por qué me estoy sumergiendo en los cursos por Internet.) La percepción es la experiencia en el escenario de la mente, de la información que le llega a la mente-cerebro sobre todo aquello externo a él: la posición de los pies, el olor de la cocina, el dolor en el estómago, el calor del cuarto, el color de la taza, el sabor del café con leche, la temperatura del líquido, etc., etc. Podemos imaginar a la mente-cerebro como un centro de comando y control independiente del cuerpo y separado del mundo exterior, y a la percepción como el conjunto de toda la información que le llega a ese centro de comando y control sobre ese cuerpo y sobre ese mundo exterior representado en “imágenes” proyectadas en el escenario de la mente correspondientes a esa información: el dolor, la temperatura, el tacto, la visión, la audición, el sabor, el nivel energético del cuerpo, etc., etc. Son muchos más que seis sentidos los que tenemos; la última vez que lo revisé eran como más de diez, pero ahora no me pidan que los enumere – no soy un Wikipedia andante.

El punto es que todos los animales poseen un grado de percepción de acuerdo a las propiedades de su especie. Hay animales que no oyen, como las serpientes; otros que tienen “radar”, como los murciélagos; o sonar como los delfines. Casi todos los mamíferos, sino todos, tienen algo de imaginocepción, de hecho todos los mamíferos salvo el ornitorrinco y el equidna todos sueñan, y algunos son capaces de resolver problemas mediante una planificación que implica una manipulación de imágenes mentales como evidencia indiscutible de su imaginación. Pero el ser humano es el ser imaginoceptivo por excelencia y por patología obsesiva, es decir, “existimos” casi siempre en las dimensiones infinitas acordadas por la facultad mental de la imaginocepción que la evolución nos ha proporcionado. Nuestra mente-cerebro es el “órgano de la imaginocepción”, tanto así que nos cuesta trabajo, esfuerzo, disciplina, práctica, no escaparnos a las dimensiones imaginarias de lo que he venido a acuñar “la Quinta Dimensión”.

¿Por qué lo llamé la ‘Quinta’ dimensión? Simple, porque está más allá de las tres dimensiones del espacio (latitud, longitud, altitud) y del tiempo. La Quinta Dimensión es una dimensión mental, imaginaria, imaginoceptiva, no real, irreal, donde cualquier cosa es posible: dioses, demonios, espíritus, paraísos, infiernos, Santa Claus, duendes, elfos, etc., etc.  Es ahí donde manipulamos ideas que transforman el mundo – buenas como el laptop, y la escritura, y el Quijote; fatales como Dios, el paraíso, el pecado y el infierno.

La “Quinta Dimensión” es donde el ser humano “habita” regularmente. Si no me creen pongan atención a cuando conducen o manejan. ¿Cuánto tiempo pasan pendientes de la carretera, de las calles, de la sensación del volante, de los pedales, del asiento, comparado con las fantasías que recorren por sus mentes? Gracias a esa capacidad de “disociación automática”, de separarnos instantáneamente e involuntariamente del mundo perceptivo del “aquí y del ahora”, a favor del mundo imaginoceptivo del “allá y entonces”, de la Quinta Dimensión, y manipular ideas para luego transformar el mundo material de acuerdo a las mismas, que hemos logrado sobrevivir como especie; ese fue nuestro “truco”, nuestro as en la manga, nuestra gran herramienta en el proceso mortífero y competitivo de la adaptación evolutiva. No fuimos biológicamente capaces de adaptarnos a nuestro ambiente así que desarrollamos la capacidad de crear y manipular ideas (imágenes mentales) que junto con nuestras otras facultades físicas (locomoción bípeda, pulgares oponibles, etc.) nos permitieron modificar el ambiente de acuerdo a nuestras necesidades. Esa fue nuestra salvación.

Pero fue también nuestra perdición. Como el que comienza con un medicamento para lidiar con un dolor y acaba haciéndose adictos y siervo al mismo, acabamos creando ideas que nos han esclavizado y que amenazan con nuestra extinción. La nocividad de esas ideas se manifiestan se pueden resumir en términos de los Tres Grandes Engaños:
1) La creencia de que algo pueda existir que sea permanente e inmutable – como un dios o los dioses o el Paraíso o el Infierno.  
2) La creencia de que algo pueda existir que sea totalmente independiente y no quedar afectado por, o no ser interdependiente con, todo lo demás – de nuevo un Dios o los dioses, el Paraíso, o el Infierno.
3) La creencia de que pueda haber una existencia sin adversidades, sin incomodidades, donde no se tengan responsabilidades, deberes, y donde uno no tenga que competir ni esforzarse – de nuevo el Paraíso.

            ¿Por qué surgen los Tres Grandes Engaños? Por diversos motivos, pero central entre ellos porque somos: 1) los únicos seres conscientes de nuestra mortalidad, 2) porque somos los únicos seres capaces de IMAGINAR una alternativa: la inmortalidad, y 3) queremos que esa inmortalidad sea lo más placentera de acuerdo a nuestra IMAGINACIÓN de la misma.

¿Pero por qué sucumbimos a los Tres Grandes Engaños cuando toda nuestra evidencia empírica del mundo REAL la desmiente? Simple. Por evolución estamos armados con un aparato biomental que nos permite imaginar y hacer, construir – esa es la esencia de la creatividad. Somos esencialmente el “ser que imagina y produce de acuerdo a esas imaginaciones”. Lo que no hemos aceptado COMO ESPECIE es que: 1) no TODO lo que se imagina tiene correspondencia posible en el mundo real (véanse los Tres Grandes Engaños); y sobre todo que, 2) la imaginación deber estar AL SERVICIO del mundo real y no viceversa.

En el 2) tocamos con el nervio esencial de la ignorancia, la soberbia y la apatía humanas, y también del miedo, del egoísmo y de la autolástima que engendran. Las creencias en seres y dimensiones místicas, religiosas, fantásticas nos han servido en algunos casos para mentalmente escapar de las durezas de la vida real; nos han servido para satisfacer nuestra curiosidad innata a modo de muleta temporal hasta que la ciencia ha podido dar una explicación más verosímil: ya no creemos que hay que sacrificar a seres humanos para que el sol renazca, ya no creemos que el mundo lo sostiene un hombre plantado sobre una tortuga montado sobre otra, etc., etc. Pero el gran problema de la creencia en seres imaginarios (Dios, el Demonio, los dioses, los duendes, los santos, los ángeles, etc., etc.), de dimensiones imaginarias (el Cielo, el Paraíso, el Infierno, etc.), y de procesos imaginarios que niegan las leyes de la ciencia (los milagros, la magia, etc.), es que DEVALÚAN LA VIDA REAL. Cuando se investiga el por qué los pueblos más religiosos del mundo son los más miserables, los más corruptos, los más pobres, los más dados a violar los derechos humanos, los más intolerantes, etc., solamente hay que darse cuenta de que la creencia en el concepto-Dios/Paraíso, en todas sus vertientes y versiones, ha servido a lo largo de la historia universal principalmente para devaluar a la vida, devaluar al ser humano, y devaluar a toda la naturaleza del planeta. Mientras que el ser humano ponga el mundo material, la vida real, al servicio de su Quinta Dimensión y no al revés, como fue el propósito de la evolución, nuestra especie solamente continuara acelerando rumbo a su extinción, llevándose a innumerables otras especies consigo misma. Un resultado obvio de esta devaluación es que la religión en general, con notables excepciones, sirve primordialmente para empeorar el trato social humano no para mejorarlo. Culturalmente, socialmente hablando, la gente que más se presenta al ‘Gracias a Dios’ es igualmente la gente que menos se presta a extender una mano a su prójimo para ayudarle y la que menos da gracias al mismo cuando éste se ha esforzado en darle ayuda. Las estadísticas mundiales lo confirman. Pregunta: ¿Dónde hay mayor cantidad de violaciones de los derechos humanos? Respuesta: En los países más religiosos. Es decir, la religión no solamente mata el proceso intelectual – lo cual de por sí lleva al tercermundismo y al tercermundismo dentro del primero - sino que simplemente hace PEORES personas. Las cárceles, las cortes y los parlamentos corruptos de Latinoamérica y del mundo Islámico, por ejemplo, están llenos de creyentes. La religión, con su correspondiente énfasis en dimensiones inmortales fantásticas lleva a las personas a desvalorar la vida, a otras personas, y al planeta en general ya que la vida se entiende como propósito para obtener un pasaje al “Otro Mundo” no como fin en sí. Con la religión el ser humano invierte los valores de la imaginación y de la realidad, de la vida y de la Quinta Dimensión, poniendo la vida real al servicio de la imaginación y no viceversa. Para el creyente los demás seres humanos, sus relaciones, el Planeta entero y la vida misma solamente constituyen un medio – prescindible, usable, desechables y dispensables - para lograr su objetivo más allá de su muerte. Como Abraham al que Dios le pide que sacrifique a su hijo querido, el creyente está dispuesto a sacrificar cualquier aspecto material, vivo o inerte, de su existencia real en pos de su existencia imaginaria en la vida póstuma.

            En breve la inmensa mayoría de la ignorancia, de la apatía, y de la soberbia humanas están vinculadas con, surgen de, y se mantienen gracias a la creencia en seres, dimensiones y procesos que solamente se pueden experimentar en la Quinta Dimensión y que no tienen confirmación, ni evidencia reproducible, ni correspondencia, ni lógica, ni raciocinio en términos de las cuatro dimensiones del mundo real: espacio y tiempo. Para el creyente Dios viene a ser su escape de la vida real y su mecanismo de evasión continua para evitar tomar una responsabilidad por la misma. Dios es lo que mantiene al tercermundismo del Tercer Mundo y del Tercer Mundo (guetos, barriadas, etc.) en el Primero.

            Palabras fáciles de comprender – Dios no es real, el Cielo aún menos, la vida es lo único que hay que experimentar, es lo verdaderamente sagrado – ¡pero vaya que son difíciles de aceptar, comprender y aplicar!

El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo.