lunes, 31 de octubre de 2011

Lunes, 31 de octubre, 2011 - HALLOWEEN 5:36 AM REPORTE MATUTINO

En el principio érase el nin, “espíritu bajo disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el  “maestro-sabio del nin,” el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión. 

Ubicación: Recamara privada.
Estado Anímico: Providencial.
Estado Físico: Próspero.
Estado Cognitivo: Perspicaz.

El Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Es temprano. Anoche vi a mis nietos y a mi hijo por webcam en Skype. Fue una experiencia muy agradable. Mi nieta Ela con sus 18 meses de edad ya tiene un vocabulario extenso y muestra evidencias del carácter que va a tener el resto de su vida. Maximus muestra evidencia de haber heredado la nariz de su abuelo que también va a tener por el resto de su vida – ¡veremos si me lo agradece! Recuerdo cuando su padre y su tía Jackie tenían esa misma edad; recuerdo sus otros tíos, Alex y a Julia cuando los hablaba por webcam.  La vida da muchas vueltas y las personas ‘normales’ tienen una estabilidad, una constancia, una recurrencia de personas en sus vidas que no por ello les hacen felices. Me sorprende mi capacidad de sobrepasar ya no el sufrimiento, sino el dolor mismo. No hablo de una anestesia afectiva, sino de una auténtica superación a pérdidas que pocos años atrás me resultaban devastadoras. No es que no sienta, sino que mi perspectiva, la visión del “Ojo del Águila” acompañada por “el Espíritu del Carcayú” conforme asciendo en la escala evolutiva de mi propio sendero de MAMBA, es transcendente. La visión del gran tablero de la vida junto con una serenidad inexplicable, cada vez más y más arraigada desafía explicación. Tantas cosas suceden en mi interior. No puedo hablar de una evolución por la velocidad del cambio, sino de una especie de mutación adaptiva, de una metamorfosis, de una innovación progresiva de acuerdo a no estoy seguro cual programa precisamente pero en toda evidencia parece ser de acuerdo a MAMBA misma: diseño a MAMBA de acuerdo a los planes para mi propia transformación, y MAMBA me transforma de acuerdo a su diseño.

He vivido tanto. Nadie sabe cuánto, y en relativamente tan poco tiempo. He vivido muchas vidas en una, y cuando mi módulo biológico se extinga… mis hijos, mis nietos, mis alumnos, mis aprendices (¿?), mis seguidores y lectores, mis ex-amores tendrán recuerdos de esta ola, ¡de este tsunami que sí se atrevió a manifestarse con arrojo y propiedad! Recuerdo que hubo dos cosas en las que pensé cuando primero me diagnosticaron con sentencia de muerte: mis hijos pequeños y MAMBA. ¿Qué sucederá con ellos a raíz de MANDATED REPORT? ¡Quién sabe! Nada importa; todo importa: y ambos a la vez. Esa es la Paradoja del Momento. Privilegio es vivir de acuerdo a nuestra propia filosofía de vida, privilegio que se gana creándola, viviéndola, disciplinándonos de acuerdo a la misma. La disciplina de la doctrina y la doctrina de la disciplina juntos liberan. Otra paradoja que tanto he tratado de enseñar a hijos y alumnos por igual y que no sé hasta qué punto lo he logrado transmitir: He logrado a cada momento y a cada pensamiento algo que incluso me sorprende y que a veces creo que a los de mi alrededor les aterra – si es que entienden la magnitud del hallazgo – y otras veces admiran, y otras, ¡quién sabe en qué proporción!, envidian: “Walk the walk, not just talk the talk” – es decir, “Recorrer el camino, no solamente predicarlo”. Admirado, incomprendido, temido, envidiado. Falta una, la mayor seguramente: menospreciado sino despreciado. Sonrío al escribir estas últimas dos palabras. ¡Rayos! ¡Ya son las 6:10! ¿Volveré a dormirme después de esta contribución?

El águila asciende en vuelo espiral; a cada vuelta del circulo recorre el mismo camino pero el horizonte de su perspectiva se amplia, más y más. Recuerdo leer los Grandes del Oriente cuando era muchacho: los sabios taoístas, confucionistas, budistas, Zen, los maestros de yoga, de las artes marciales, en pocas palabras, los sabios del oriente, y aspiraba a comprender sus palabras. Mi intuición casi las alcanzaba pero las sutilezas de su significado, reservados obviamente a una perspectiva de la vida, de la experiencia inefable y transcendente, se me negaba. Ahora las releo, y me doy cuenta de sus limitaciones, los límites y defectos de sus esquemas, de sus perspectivas me resultan aparentes: muchas vueltas dadas al espiral. Me pregunto, ¿será que otros me leen con la misma incomprensión o he logrado ser más explicito en mis escrituras, más accesible en mis ideas? La gran explosión, la supernova. Entiendo, entendí siempre, que mi pobre cuerpo ha sufrido tratando de lidiar con la energía explosiva de mi mente – de ahí tantas enfermedades incomprendidas para los médicos, de ahí la necesidad del ejercicio exhaustivo, del acondicionamiento imperioso: ayuda al cuerpo disipar la radiación de una mente cuyo potencial sigo descubriendo como un continente en continua expansión. La mente programa su propia mutación.

Pocos en la vida tienen el privilegio, la fortuna, la dicha de tener una misión de vida, de sentirse que forjan y a la vez cumplen un destino. El otro día un alumno me preguntó que desde cuando escribía, o cuando comencé a escribir – no el abecedario sino escritura formal, para mí. Buena pregunta. Tuve que reflexionar e indagar en la base de datos de mi memoria episódica personal. Diferentes escenas me llevaban más y más atrás en el tiempo. Los 19, los 14, los… los 8 o 9 años cuando me propuse por primera vez escribir, uno libro de animales, pero no de cuentos sino de zoología. Era un proyecto muy sofisticado que incluía estudios sobre la dentición como adaptación al tipo de dieta; la composición de la leche materna y su relación con el medio ambiente y con la clase de actividad típica que desempeñaba el animal; el tamaño del animal y las calorías que precisaba ingerir a diario; dibujos de las huellas; tiempos de gestación; números de crías por camada; etc. Muy completo y muy sofisticado. Me quedé absorto al recordar los detalles y mi lucidez mental respecto al proyecto y al empeño. Gastaba todos mis domingos comprando enciclopedias de animales, libros de zoología, y vaciaba los estantes de la biblioteca de la base aérea de Torrejón haciendo mi investigación; tenía toda la colección de la obra del naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente y nunca me perdí un episodio de su programa el “Planeta Azul”. Junto con las disciplinas orientales como el yoga, la parapsicología (sí, lo confieso), y las artes marciales (que para mí ya a esa edad constituían manifestaciones diversas de una sola gran enseñanza esotérica que aún no llegaba a entender), el estudio de los animales era una gran pasión, mi primera pasión académica. 

El proyecto al final no se consumió; no es que perdiera el interés, sino que sin dirección no supe como componer lo pedazos del rompecabezas.  No había entonces Internet, ni ordenadores, y mi maquinita de escribir aun siendo mi gran tesoro no se comparaba en nada a un laptop actual. Me fallaba la capacidad de organizar bien mis ideas; me faltaban los recursos y la necesaria madurez supongo, para concretar una empresa tan ambiciosa.

De todos modos, durante la reflexión me quedé sorprendido al acordarme de mi mismo, reviviendo algunas de las experiencias de ese muchachito. Siempre quise hacer algo “grande” con mi vida; no necesariamente algo renombrado o célebre, sino ‘grande’ en el sentido que me abarcase, que me llenase, que me sirviera de propósito. Mi madre se quejaba de que nunca quise ser niño, que tenía tanta prisa por madurar. ¿Pues que creía que estaba propulsando? No tenía, que yo recuerde, un sentido del “destino” como se entiende típicamente, es decir, de algo especifico que me tocaba hacer de acuerdo a la “voluntad del cosmos”. Simplemente estaba muy consciente de que tenía grandes capacidades y no quería desperdiciar tiempo y energías para ponerlas en uso. Presente en mí también era el hecho de que mis afanes por los animales, las artes marciales, las sabidurías esotéricas, no eran precisamente del mayor agrado de mis padres. Ya para entonces me ganaba los domingos trabajando como dibujante lineal en las patentes de mi padre. Nada se me regalaba y se me exigía, eso sí, de acuerdo a mis capacidades: mi padre era un creyente fanático en la parábola de los talentos.

Me acuerdo que quería ser escritor para dejar huella; mi madre era escritora y parte de mi educación formal consistía en leer los clásicos que me exigía. Me viene tanto a la memoria ahora. No iba al colegio casi, solamente a tiempo parcial; me adelantaban grados porque la materia escolar me venía bien corta. Cuando llegué a España a los ocho años de edad perdí un año – ya estaba un año adelantado en los EE.UU. – y entonces entre a tercero “de nuevo” por el idioma. Durante el próximo año adelante dos más y para los 9 años de edad ya estaba entre quinto y sexto. En el colegio privado al que atendía entonces, “la Academia Jaime Fábregas” en Torrejón de Ardoz, se me consideraba un superdotado, un “fenómeno”, tanto por los maestros como por los alumnos, y por lo tanto me permitían ausentarme sin penalidad alguna: para los nueve años ya hacia el mismo algebra que aquí en México enseñan en la preparatoria y entonces enseñaban en séptimo u octavo año de Educación General Básica.  Yo por aquel entonces llevaba un programa educacional personalizado que combinaba el trabajo escolar con los estudios que me encomendaban mis padres. Entonces no lo daba mucha importancia, y como no compartía mucho tiempo ya con niños de mi edad, no llegaba a entender plenamente en qué consistía eso de ser un “fenómeno”. Ahora que lo pienso, en retrospectiva, algo de cierto había en eso, evidentemente tenia ciertas aptitudes para aprender fuera de lo ordinarias. Claro, que entonces para mí era un orgullo ser un “superdotado”, mientras que he notado que en generaciones subsecuentes los niños exhiben un pavor por sobresalir. Pero el otro día, en respuesta a la pregunta de uno de sus compañeros hablando a mis alumnos de mi primer proyecto serio de escritura, vi sus pensamientos y sus emociones de asombro reflejadas en sus caras.

Y quizás esté ahí el problema: ese asombro. Pierdo algo de credibilidad con mis hijos y alumnos al exigirles, al no consentirles que sucumban a la mediocridad de la norma, ya que una de sus defensas siempre ha sido y es: “¡no somos ‘fenómenos’ (o ‘freaks’ o ‘superdotados’) para que exijas tanto de nosotros!”, y con esa posición tan auto-derrotista y tan autodestructiva desechan mi afán por su propia excelencia – no digamos mis buenas intenciones y experiencia de vida – y por lo tanto todo lo que trato de comunicarles al respecto de la misma. Por otra parte, otra posición defensiva, más bien de rechazo, es aquella materialista que me mide y me reduce de acuerdo a mis escasos logros económicos; según esa perspectiva, ¿de qué me ha servido todo ese ‘genio’ si no tengo ‘patrimonio’ ni ‘legado material’ para mostrar mi supuesta ‘grandeza’? “Tanto tienes en la cartera, tanto vales como persona”.  ¿Me sirve de algo explicarles que ‘Súperman nunca ganó dinero salvando al mundo…’? Lo dudo mucho. ¿Serviría de algo explicarles – tratar de hacerlo – la tremenda dicha y paz interior que he logrado a pesar de los pesares? Tampoco. He oído sus necias respuestas: “Ese eres tú. Cada uno es cada uno.” Cada día tengo menos tolerancia para la fútil misión de rescatar a la gente de sí misma, cuando hay personas (muy pocas en comparación a las que sí precisan rescate) que de verdad lo reconocen y lo aprecian. ¡6:30 AM!

VIPERS me llama. La otra noche soñé que tenía que aprender la flauta transversal (que tengo guardada en su estuche para la ocasión), aprender japonés, y la guitarra. El final de un ciclo importante se acerca. ¡Tantos ciclos vividos y revividos!

Aún no he dirigido a nadie hasta la iluminación.

El Instituto KAIZEN Center de MAMBA RYU: academia para fenómenos’, pera el adiestramiento integral de superdotados.

¡Menos mal que son pocos los que me leen, los que ponen atención! ¡Oculto a plena vista! Soy el hombre invisible porque la gente solamente ve lo que quieren ver y no se detienen a esforzarse para ver lo que no entienden. Lois Lane veía solamente al patético de Clark Kent por sus lentes y traje de corbata.

6:35 AM. Hora de concluir todo esto e irme a dormir un poco más. ¡Es Halloween! ¡Mi día favorito del año!

El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo.

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