Ubicación: RECAMARA PRIVADA
Estado
Anímico: SATISFECHO
Estado
Físico: ACEPTABLE,
AÚN CON TENDINITIS EN EL ANTEBRAZO/CODO IZQUIERDO
Estado
Cognitivo: LÚCIDO
El
Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Entre marchas – cambiando de VIPERS
a Julio Wolf – y sintiendo como una zozobra mental en el proceso del cambio tan
extremo de actividades. Debo confesar que la lesión de mi codo/antebrazo
izquierdo que me impide hacer dominadas (barras) me incomoda ya que siempre han
sido mis ejercicios favoritos, el chocolate de mi rutina de entrenamiento
muscular. En fin, paciencia y a esperar que se recupere y baje la inflamación. ¡Agh!
Hace tanto que no escribo aquí. Hoy en día llevo un ritmo ultra acelerado en el
cual cada otro día es viernes de nuevo y las semanas corren como el viento. ¡Rayos!
Estoy helado, sobre todo del lado izquierdo del torso. ¿Cómo es posible? Nada
que un café con leche no pueda arreglar – eso y algo de ejercicio y hasta una
sudadera más.
9:20… He dado varias vueltas a diferentes temas
hasta el punto de iniciar una anotación a la igualmente abandonada Bitácora. En
el caso presente no es por falta de asuntos que enmudeció la lira, sino por un
exceso que embotella la producción. OK, lo diré: estoy cabreado. Sí, y me
importa un bledo lo que podáis pensar de que “¡Oh! ¡Shodai está enojado! ¡Qué poco
‘Iluminado’ de su parte! ¿Los Iluminados se alteran?” Para aquellos necios que podáis sostener tales
posturas e incógnitas os aseguraré que la Iluminación no es una lobotomía, sino
un cambio de perspectiva radical ante la realidad del ser y del estar: puedo
estar furioso e indiferente a la vez sin incongruidades ni disonancias. El Buda
se enojaba ante la estupidez, y Jesús se enfureció ante la explotación del “Templo
de su Padre” – Juan 2, 13-16:
13 Se acercaba la Pascua de los
judíos y Jesús subió a Jerusalén.
14 Y encontró en el Templo a los
vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos.
15 Haciendo un látigo con
cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó
el dinero de los cambistas y les volcó las mesas;
16 y dijo a los que vendían
palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de
mercado.»
Toda mi vida he experimentado el
doble-estándar del hombre blanco/europeo con respecto a las razas de color – ya
sean las asiáticas, las africanas, las latinoamericanas, etc. No importa: si no
es blanco – europeo o angloamericano en particular – se le tacha de inferior. En
la literatura los escritores latinoamericanos se han destacado en las últimas
varias décadas por encima de la mediocridad peninsular, ganando hasta premios
Nobel por la calidad de su obra, y sin embargo el español típico sigue
despreciando el estilo “sudaca” – término despectivo para referirse a un
latinoamericano – como si fuese una aberración degradante de su preciado
castellano, como si aún estuviéramos en el Siglo de Oro con la presencia de
Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo, Góngora, etc. Esos
tiempos se van “para no volver” pero el español típico se aferra a su
superioridad condescendiente con la que tacha inmediatamente, sin objetividad
ni imparcialidad, cualquier obra que surja de la “Vorágine” del Nuevo Mundo
hispano. Alaban por su parte a Arturo Pérez Reverte, autor de “Alatriste”, como
si fuese el Genio Letrado en persona a pesar de que la verdad es obvia: la película
de Alatriste es una gran obra de arte, mi película favorita, y fue tremendamente
criticada en España por el “acento” de Viggo Mortensen, por comprimir varias novelas
en un solo filme, etc. Tanto se me habló de que la novela era superior a la película
que me pareció que debería ser fantástica – hasta que la leí y ¡plop!, mi gozo
en un pozo: nada de literatura tiene y Pérez Reverte será buen periodista – se le
nota en su estilo – pero como escritor de literatura no le llega ni a la suela
del zapato a una larga lista de autores latinoamericanos como Octavio Paz,
Borges, García Márquez, Isabel Allende, Julio Cortázar, Miguel Ángel Asturias, Juan
Rulfo, Carlos Fuentes, etc., etc., etc., punto y final, ¡ole! y ¡órale!
El racismo es una tendencia arraigada en el inconsciente y
que se manifiesta de tantas maneras, muchas de las cuales son invisibles tanto
para el racista como para el discriminado. Los blancos – angloamericanos, europeos,
y españoles inclusive – aceptan “el
genio del genio” cuando se trata de figuras europeas; a nadie se le ocurriría
tachar a Beethoven o a Mozart o a Picasso o a Newton o a Miguel Ángel o a
Leonardo de arrogantes o de soberbios, mucho menos de ‘prepotentes’, al
declararse “los mejores” en sus respectivas disciplinas de su época: todos dan
por sentado que la genialidad exige, permite y demanda. Pero cuando Mohammed
Ali se declaraba “el Más Grande” – lo cual demostró ser en sucesivas ocasiones
– fue tachado de “prepotente”, de “arrogante”, de “soberbio”, etc. Es como si
de un blanco se puede aceptar la prerrogativa de la superioridad pero no a alguien
de color – no, a nosotros nos toca ser sumisos, humildes, y modestos, pero
ellos, los europeos y sus descendientes blancos, tienen derecho a ostentar sus
logros y a exigir sus aclames. Últimamente, desde los tiempos de Mohammed Ali,
esta restricción a la humildad se ha visto alzada, gracias a Michael Jordan y a
Michael Jackson, en ambas la categoría de logros deportivos y musicales,
respectivamente: en las categorías del entretenimiento pero no del logro
intelectual – literario, filosófico y mucho menos científico. Y estas actitudes
predeterminantes, prejudiciales y a la vez perjudiciales, no tienen límites ni
conocen barreras: se dan hasta en el caso del trato de relaciones amistosas e íntimas.
Pero estos prejuicios no están sin precedentes ni contexto: ¿cuántos
grandes filósofos y científicos hemos producido los de color – cualquier color –
en los últimos dos o tres siglos en comparación al dominio de blanco europeo? De
ahí que mis padres, que desde mi más temprana edad descubrieron en mí unas
capacidades físicas y sobre todo mentales inauditas, me vetaron el paso hacia
las carreras deportivas o artísticas: “El mundo no necesita a más Negros
lanzando pelotas o cantando en un escenario. Destácate por el uso de tu cerebro.”
No se trata de orgullo, sino de respeto; no se trata de arrogancia, sino de
dignidad. Si los mestizos, mulatos, zambos, negros, y amerindios queremos que
nos dejen de ver como inferiores nos toca demostrar que no lo somos: en la vida
nadie te da nada – te lo tienes que ganar.
No importa cuán sublime mi poesía, ni cuán profundo mi
argumento, ni cuan excelsa mi narrativa, ni cuan sofisticadas mis técnicas de
entrenamiento o de superación personal, lo que importa en la carrera de la
superioridad intelectual son las matemáticas y las ciencias – lo cual nos lleva
a VIPERS. Recientemente cuando me comuniqué con un viejo, y más querido
imposible, amigo español sobre el tema sus reacciones iniciales fueron: “¿Estás
jugando a ser un gurú informático?” y “¿Ya has tenido experiencias en ese
campo?” Y a pesar de que luego, después de unas replicas por mi parte, tuviera que
retractarse y recalcar: “Vd. perdone Shodai, me estás malinterpretando y
olvidando que sé de tus "andanzas" y "devaneos" con las
computadoras desde hace décadas”, el escepticismo del hombre blanco ante la
capacidad intelectual del de color es una premisa firmemente establecida en su cosmovisión,
en su paradigma del mundo, del universo, y de su posición “privilegiada” en él.
Bien. Acepto el reto. Y como le dije a mi amigo en cuanto a mis credenciales en
el campo de las ciencias de la informática y del análisis de sistemas: “VIPERS hablará
por mí”. Y los que es seguro es que cuando VIPERS hable será con un bramido tan
ensordecedor que divulgará una nueva era y el final de la percepción del
dominio intelectual anglo-americano y del europeo. Sigo en pie de Guerra.
El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo.
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