Ubicación: RECÁMARA PRIVADA DEL PLEXO
Estado
Anímico: ENTUSIASMADO
Estado
Físico: EN RECUPERACIÓN
Estado
Cognitivo: INSPIRADO
El
Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Las últimas semanas han sido
“viento en popa a toda vela”. Hemos estado a toda marcha aquí en el Hombu Dojo
de MAMBA RYU – el dojo cuartel general. Las tareas comenzaban de madrugada y no
terminaban hasta la noche. Con todos los proyectos pendientes la producción ha
estado totalmente acelerada, con la maquina físico-mental funcionando a todo
engranaje – no se podría rendir más ni tampoco se podía mantener esa intensidad
indefinidamente. Hemos aflojado un poquito para respirar – pero no por ello
hemos dejado de producir. Aquí es tierra de “Tarahumara físico-mentales” y de
momento hay un pequeño descenso en el paso mientras que subimos una empinada
cuesta en preparación para un gran sprint al llegar a la meseta en lo alto y
cumplir con unos plazos fijos.
El tedio de las grabaciones ha sido mucho peor de lo que
esperaba y si no fuera porque de verdad creo que es una modalidad crítica para
la divulgación de las enseñanzas lo hubiera enviado todo al carajo. Acabo de
terminar una parte critica de “La Bitácora del Capitán Wolf”, un
resumen-comentario sobre la gran obra de Tolstoi – “La muerte de Ivan Ilych” –
que tanto me impactó de chavalín. Todos deberían leerla pero más
importantemente, todos deberían comprenderla. Los siguientes episodios de la
“Bitácora del Capitán Wolf” son críticos – bueno, TODOS lo son – con respecto a
su función dentro de la “obra madre” que es “El Tao de Julio Wolf”. Continuaremos
con un resumen-comentario de “Memorias del Subsuelo” de Dostoievski,
considerado la primera obra del existencialismo literario, para terminar con
“Siddhartha” de Herman Hesse. Esas tres novelitas – pequeñas pero cargadas de
valor literario-filosófico-espiritual – marcan y definen al jovencito Julio
Wolf y ayudan a su hijo – que representa el lector implícito a su vez – a
acercarse al “¿por qué?” del personaje principal: su padre, Julio Wolf mismo.
Las anotaciones de la Bitácora de Julio Wolf que se incorporan a la “obra
madre” culminan con enfrentamientos violentos dentro de su colegio y en las
calles de su nuevo barrio. La violencia, la superación, la introspección, la
erudición y la búsqueda en pos de la creación de su gran identidad, son todos
temas presentes y latentes en Julio Wolf. Seguimos en pos de una fecha tope de
este mes…
Continúa el “trabajo
de campo” rindiendo sus frutos, ofreciendo cada vez nuevas y sagaces
introspecciones con respecto a la condición patética de nuestra cultura latina.
En verdad, la profundidad de la depresión en la que nos encontramos, valga la
metáfora, es tan tremenda como lo es la creencia en ese salvador eterno que
solamente sirve para paralizarnos, y generación tras generación, someternos a
esta condición de servidumbre tan propia de la mente colonizada. Para el
creyente no hay salida, es decir, la estrechez de la perspectiva que su
paradigma religioso le permite, vilmente ideada y genialmente diseñada para
lograr ese mismo propósito, es garantía de que no saldrá nunca del
tercermundismo que él mismo crea y perpetúa. Esto me resulta cada vez más y más
evidente. La disociación entre el intelecto cultivado y limitado para servir un
propósito material, social, pero desactivado para analizar la naturaleza misma
tanto de su sociedad como de su compulsividad materialista, se mantiene
firmemente establecida mediante la creencia en Dios. Tantos conceptos
culturales – casi todos adaptaciones reiterativas y constringentes a un estado
social de inferioridad, obscurantismo, ignorancia, apatía, y soberbia - están
vinculados directa o indirectamente a Él, que sin primero desmantelar esa
creencia esclavizadora en la mente del sujeto es imposible continuar con
cualquier otro tipo de instrucción. Ni las ciencias caben en una mente tan
estrecha como la del creyente ya que su esencia obvian la creencia en entes
inmateriales que a su antojo y albedrio rompen e incumplen con las reglas del
universo conocido que vamos los científicos, dolorosamente, descubriendo y
afirmando en ésta, la más grande empresa de la humanidad, denominada
“Ciencia”. La soberbia del ignorante es
tan tremenda, tan injuriosa, hasta rebasar lo obsceno. Ciertamente, la edad
juega un papel determinante, siendo, aquellos que han superado el período de la
adolescencia y continúan infectados con
esa patología, prácticamente irredimibles y por lo tanto, causas prácticamente
perdidas. Esa es la realidad. Demasiado invertido en una vida sin propósito,
sin aplicación, sin examen, contribuyendo irremediablemente con su soberbia,
ignorancia y apatía al mal social que nos acosa a todos. Ensayo digno y
apropiado para la Bitácora de Shodai, volumen III, el cuál está últimamente
enclenque de mis aportaciones, deseoso de mi atención, y huérfano de mi tiempo.
El ojo que se ve
El filo que se corta
No preciso escudo.
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