En el principio érase el nin, “espíritu bajo
disciplina,” y de ahí surgió el Sennin, el “maestro-sabio del nin,”
el maestro-estratega, el sabio-iluminado de la Quinta Dimensión.
Ubicación: RECÁMARA PRIVADA DEL PLEXO
Estado
Anímico: FAVORABLE
Estado
Físico: FAVORABLE
Estado
Cognitivo: FAVORABLE
El
Ojo del Águila, el Espíritu del Carcayú: Hace demasiado tiempo que no
contribuyo a mi Diario de un Sennin, vol. II. Creo que las anotaciones a la
Bitácora del Capitán Wolf hacen las veces de agotar mi contribución a ese
género literario, agotando mi tolerancia y resistencia para tal propósito.
Anoche, habiendo terminado un boceto de un nuevo capítulo de las jamás
olvidadas “Crónicas de la Orden del Jaguar Negro”, demasiado cansado para
emprender otra tarea, no me quedó más remedio que, sentado en el sofá del salón
principal del Instituto KAIZEN Center de MAMBA RYU, tomar inventario de una
gran parte de mi vida que queda representada, a modo de jeroglíficos
encuadrados en las paredes de la misma habitación. Ahí, delante de mí, está la
evidencia incontrovertible de una vida extraordinariamente encarada, contra
viento y marea, contra volcán y terremoto, contra incendio y diluvio, y nadie podrá
saber nunca, nunca y jamás, cuantas madrugadas fueron arrebatadas al sueño ni
cuantas desveladas al desvanecimiento, ni cuantos días, horas, minutos,
instantes, al dolor superado o al sufrimiento denegado. Hay toda una historia
de años, de décadas dedicadas a la excelencia, al aprendizaje, al esfuerzo, a
la renuncia, a un compromiso no solamente conmigo mismo, con mi propia grandeza
sino con todo lo que he representado toda mi vida: la dignidad de mis
ancestros, de mis herederos y sucesores, de mi maestros y de mis alumnos y
aprendices; una historia de sacrificio a una causa que supone para mí mismo,
curiosamente, inexplicablemente, inefablemente una gran lección de humildad que
me emociona y conmueve puesto que la historia de ese hombre no me pertenece a mí
exclusivamente, sino que es patrimonio de la humanidad entera. Mi nombre
aparece como la entidad que ocupaba, ocupó y ocupará por un tiempo ese espacio
donde piso, por donde camino, pero el rastro que dejaron estas pisadas jamás
fueron solamente mías, sino que son, han sido, y siempre serán las huellas de
una esencia noble, de un espíritu libre e indomable que todos los seres vivos
compartimos, y de la que todos los seres humanos, de cualquier raza, cultura, género
o edad, es heredera.
Y
ahora prosigo con mi camino.
El ojo que se ve,
El filo que se corta
No preciso escudo.
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